Con frecuencia anhelamos transformaciones en diversos aspectos de nuestra vida: nuestra percepción, estilo de vida, emociones, relaciones interpersonales, sin embargo, a menudo permanecemos inactivos ante estos deseos de cambio.
Nos conformamos en la insatisfacción, llegando incluso a normalizar esta situación, convirtiéndola en un modus vivendi. En repetidas ocasiones escuchamos frases como “ya es hora de hacer un cambio”, “la responsabilidad recae en los demás”, “si los demás cambiaran, yo podría progresar más”. Incluso, solemos culpar a todos y a todo, ya sea a la situación, al jefe, a los colegas, a la pareja, a los hijos, al tráfico o a la crisis.
Nos negamos a asumir la responsabilidad de nuestra propia existencia, prefiriendo depositar la carga del cambio en factores externos, al considerar que son estos los responsables de nuestro malestar interno.
Anhelamos que la vida se ajuste a nuestros deseos, horarios y necesidades. No obstante, cuando esto no sucede, somos nosotros quienes debemos adaptarnos. Soñamos ingenuamente con que, al cambiar las circunstancias externas, nuestras vidas también cambiarán. Sin embargo, el tiempo avanza incesante. La espera del momento perfecto, las quejas constantes, la procrastinación y la invención de nuevos pretextos cada día no resultan productivos.
La falta de la curiosidad por explorar cómo sería tu vida si optaras por cambios puede llevarte a creer que tu existencia se limita a una repetición constante de rutinas. La vida ofrece inmensas posibilidades para tu desarrollo personal. ¿Por qué conformarte con lo conocido cuando hay tanto por descubrir? Confía en ti mismo, continúa evolucionando, y no me refiero únicamente en términos económicos o laborales, sino en tu crecimiento como ser humano, pues el resto se manifestará como resultado natural de este proceso.
Arriésgate a explorar y experimentar tus límites; incluso en el fracaso yacerán lecciones aprendidas. La vida, sin duda, ofrece más recompensas que fracasos. Cultiva una pasión por vivir plenamente. Las oportunidades son abundantes, aunque pocos se aventuran a perseguirlas. Son escasos aquellos que desafían la inercia, la comodidad y lo conocido, aquellos que entienden que descubrir la vida implica moverse, cambiar, experimentar, establecer desafíos y superarlos. Son contados quienes no temen al fracaso ni a la opinión ajena; son excepcionales quienes dejan de lamentarse para actuar. ¿Por qué no ser uno de ellos? ¿Por qué no cambiar?